ALGO QUE PENSAR
Hace algunos años se oyó un estruendo en toda la universidad de California: el gran árbol del campus principal había caído; era un árbol frondoso y que daba sombra a muchos estudiantes. Al examinar el origen de esta caída, expertos concluyeron que una termita había carcomido por años, de manera silenciosa pero constante, el interior de este gran árbol.
De la misma manera actúa en el corazón humano la rebeldía, el orgullo y la prepotencia: es como una termita que de manera silenciosa, por medio de argumentos y resistencia a las órdenes, va carcomiendo la humildad y la obediencia, que es la base del carácter de un hijo de Dios.
EL ORIGEN DEL MAL
Dios todo lo hizo perfecto en la creación, pero fue Lucifer, un querubín protector que tenía la responsabilidad de guardar el lugar más santo de Dios, quien dio origen a la rebeldía y a todo lo malo que hoy conocemos.
Fue el primer rebelde del Universo, ya que al permitir pensamientos de querer sobrepasar a Dios, una grieta se produjo en su corazón y por ello fue descalificado por completo; dejó que la maldad creciera en su interior, y todo lo que aprendió del mismo Dios, lo tergiversó y comenzó a enseñar lo malo al hombre hasta el día de hoy, para así poderlo controlar.
Debemos entender que toda resistencia a las autoridades, toda división, toda argumentación, y el “no me parece” o “no estoy de acuerdo”, son actos de rebeldía que provienen directamente del enemigo, y que al darles lugar en nuestro corazón, es como adoptar la misma naturaleza de satanas.
La rebeldía básicamente es tener el ego sentado en el trono de nuestro corazón, por eso debemos hoy pedirle al Señor que tome el control de nuestro corazón y que podamos tener la naturaleza de Dios: humildad, sometimiento, santidad, obediencia a la voz de Dios y a las autoridades, unidad, dependencia de Su presencia.
EL PLAN DEL ENEMIGO PARA LOS HOMBRES
No podemos ignorar que el plan del enemigo siempre ha sido la destrucción del hombre, como lo enseña Juan 10:10 “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Satanás es conocido como el “príncipe de las tinieblas”, por lo tanto, el destino que él puede ofrecer a los que le siguen son abismos, que es donde muchos se han perdido.
¿Cuáles pueden ser esos abismos en nuestras vidas? Los vicios, la avaricia, la promiscuidad sexual, la brujería, la idolatría, las doctrinas de error, la rebeldía, el engaño, etc.
Cuando entendemos que el enemigo vino para robarnos la salvación, para matar nuestro espíritu y para destruir nuestras vidas, debemos ser conscientes también que todo abismo o pecado, tiene consecuencias:
- Te lleva a perder todo lo valioso que Dios te ha dado.
- Te lleva al fracaso, a la desesperación, a la soledad, y a tomar malas decisiones.
Te separa del amor de Dios.
EL PLAN DE DIOS PARA TI
- Dios, al pensar en el hombre, visualizó un ser que pudiera reproducir Su carácter y Su voluntad. Dios diseñó al hombre justo, amoroso, feliz, que pudiese convivir con otros, pero ante todo, que pudiera disfrutar de una comunión íntima y permanente con el Creador.
Dios nos hizo a Su imagen y semejanza: la imagen representa la parte externa de Dios y la semejanza representa la parte interna del corazón de Él.
Hoy puedes declarar que tienes una nueva naturaleza, la naturaleza santa de Dios, y por cuanto Él te hizo a Su imagen y semejanza, hoy recibes ese soplo de vida que te lleva a tener una relación íntima con el Señor y por medio de la fe, la Palabra y la oración, te lleva a vencer el mal. Hebreos 2:14-15 “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.
Es necesario recordar el sacrificio que Jesús hizo por nosotros en la Cruz del calvario, porque al dar Su vida allí y derramar hasta la última gota de Su sangre por cada uno de nosotros, nos libró del poder del enemigo y de la esclavitud del pecado.
Recuerda que el Señor tiene la habilidad de hacer una obra completa en tu vida: puede restaurar tu alma, sanar tu cuerpo y dar vida a tu espíritu, para que puedas vivir en plenitud y bendición.
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